Utopías del diseño urbano, de la escuela a la ciudad

Como estudiantes y luego como profesionales, pensamos, proponemos y proyectamos considerando múltiples factores con la intención de ofrecer como resultado satisfacción, confort, bienestar y calidad de vida. Proyectar en arquitectura y urbanismo, más allá de los aspectos técnicos y estéticos, es un servicio social. En nuestro entorno encontramos resueltos (en menor o mayor medida) necesidades y problemas propios de una ciudad en líneas de actuación que abordan las infraestructuras, las diversas actividades y sus respectivos espacios (comercio, sanidad, vivienda, instituciones, industria, transporte…) y los lugares comunes en donde confluyen las redes sociales de una ciudad, el espacio público. Nos detenemos en este último aspecto de la dimensión urbana, el espacio público, para comentar el caso de una oportunidad dejada pasar, la presencia de una acequia en un entorno urbanizado.

La Acequia de Rovella

Una acequia ha sido vista en el Ensanche de Valencia, su trayecto está indicado en los planos de la ciudad pero sólo la maquinaria pesada ha podido darnos la oportunidad de ver lo que la certeza de los planos nos había enseñado. Este curso de agua discurría invisible bajo el asfalto y el hormigón hasta que las obras de reurbanización que se llevan a cabo en las calles del primer Ensanche de la ciudad de Valencia, en su primera fase, dejaron a la vista un tramo de la Acequia de Rovella. La renovación de infraestructura que está en marcha consiste en la ampliación de las aceras, la incorporación de mobiliario urbano y la organización del aparcamiento, pero la acequia volverá a quedar entubada al finalizar la primera parte de las obras.

Curso de la Acequia de Rovella en el tramo Calle Colón, Pizarro y Hernán Cortés. Valencia.
Curso de la Acequia de Rovella en el tramo Calle Colón, Pizarro y Hernán Cortés. Valencia.

Presenciar un paso de agua puede parecer una cuestión sin mayor relevancia, la gran diferencia en este caso es a lo que nos referimos, una acequia, y no a una tubería que suministra agua potable, ni a un recolector de aguas servidas. Aún sabiendo que bajo las calles se distribuye parte de la infraestructura que mantiene activa la ciudad (el intestino urbano) y conociendo parte de la historia urbana de esta ciudad (la construcción de la ciudad moderna dejó solapado un pasado hortícola), encontrarse con la evidencia no deja de ser impresionante, al menos para mí.

Acequia de Rovella en el tramo Calle Hernán Cortés.
Acequia de Rovella en el tramo Calle Hernán Cortés en la primera fase de las obras de reforma previo proceso de entubado. Al finalizar las obras no la volveremos a ver. Archivo personal.

Esta impresión de ver el curso del agua de una Acequia bajo una calle en pleno centro urbano, el que transito a diario, me recordó las posibilidades paisajísticas que tiene el agua y con más sentido en una ciudad cuya estructura primogénita se definía a partir la retícula del agua. Este recurso, más allá de su importancia ambiental y económica, bien podría aprovecharse como elemento paisajístico (a propósito de las obras que están en curso) y no ser un tópico utilizado, por ejemplo, en los proyectos estudiantiles dentro del universo de las aulas universitarias. Toda esta dialéctica interna me llevó nuevamente a los recuerdos de un proyecto que desarrollamos en una asignatura del máster. El trabajo consistió en la intervención y mejora paisajística de un poblado periférico de Valencia en el que detectamos que su principal elemento de interés es una Acequia. Ésta discurre entubada sólo en el tramo que pasa por el núcleo urbano, definiéndose como un límite entre lo edificado y la huerta a pesar de pasar desapercibida en ese tramo. La propuesta planteó aprovechar la presencia del agua como recurso paisajístico y revivir, en el día a día de los habitantes, un elemento que forma parte de la riqueza cultural del paisaje hortícola para la puesta en valor del paisaje urbano de aquella localidad. La idea de dejar a la vista el paso de agua era la utopía de un paisaje idílico-poético representado en las figuraciones de la propuesta.

Cuando proyectamos lo hacemos con un balance entre lo factible y lo ideal, pensando en el bienestar de la sociedad, considerando las posibilidades materiales, físicas y técnicas. La cuesta se presenta al enfrentar la realidad del cliente, el presupuesto, siempre ajustado, siempre llevado al límite negativo de los costes, quitando aquí, cambiando allá para que no se disparen los precios. ¿Y qué ocurre cuando el cliente es un organismo público?. El otro filtro-cuesta también está en la visión integral del que contrata, en las normas que se deben seguir según su enfoque y también según el sentido más sensible sobre cuestiones de calidad ambiental. Una falta de sensibilidad y de conciencia sobre la calidad ambiental es, por ejemplo, cuando el cliente refuta la plantación de un árbol cada cinco metros en una calle con una incidencia solar extrema y exige un árbol cada veinte metros (para ahorrar costes), o se anula la partida para el verde alegando problemas técnicos para el plantado y riego… cosas absurdas de este tipo. También podríamos citar la reticencia de los ayuntamientos a la prohibición del aparcamiento en las calles de zonas de alto tráfico peatonal para dar prioridad a unas aceras más amplias… pero no vamos a entrar en ese pantano. Entonces me vuelven los recuerdos de los proyectos de la etapa universitaria, la ética y las buenas prácticas que se imparten, la sensatez de los jurados de entrega cuando de correcciones se trataba porque a estos “clientes” no era difícil convencerles, puesto que al menos en aquel universo universitario primaba la ética y la sensatez sobre la racionalización de todo cuanto no se entiende o no interesa económicamente… o ¿es que vivíamos en un mundo paralelo?

Casos como este nos deja la reflexión sobre el abismo que hay entre la utopía de los proyectos dentro de las universidades y lo que nos encontramos fuera de las aulas. Todo lo aprendido parece esfumarse cuando vemos construir aquello que aprendimos como una «mala praxis». Y en el continuo dejar pasar las oportunidades dejamos perder también a la ciudad donde la maravillosa utopía de las buenas prácticas se convierte en realidad. Dejando pasar las oportunidades estamos condenando aquellos recursos, que son posibilidades, a quedarse en el espacio papel, en el espacio cad o en la imaginación. Lamentable que las acequias urbanas de Valencia sean un recurso paisajístico olvidado.

Utopía llevada a la realidad, un ejemplo del uso del elemento agua como recurso paisajístico: Banyoles, espacio público en el casco antiguo.

No todo está perdido, al menos en Banyoles. Aquí encontramos un gesto que construye la memoria histórica del lugar, las acequias de un pasado hortícola. El proyecto de reforma del casco antiguo de la ciudad propuso la recuperación del entorno compuesto por una secuencia de plazas que representan los espacios más significativos del lugar y que estaban tomados por el tráfico motorizado. Esta revitalización apoyada en la peatonalización del casco se ve reforzada con la inclusión del elemento agua como un recurso paisajístico, y el resultado es estupendo. Curso de agua que discurre junto al andar de las personas… La utopía es posible.

Banyoles. Fuente: MIAS Architects.
Banyoles. Fuente: MIAS Architects
Banyoles. Fuente: MIAS Architects.
Banyoles. Fuente: MIAS Architects
Banyoles. Fuente: MIAS Architects.
Banyoles. Fuente: MIAS Architects
Banyoles. Fuente: MIAS Architects.
Banyoles. Fuente: MIAS Architects

Por último, sobre el asunto de las renovaciones urbanas surge otra cuestión, ¿estamos ante la evidencia de que cuando el automóvil predomina en la ciudad no hay otra realidad posible para los ciudadanos?

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1 comentario

  1. jorgemitzuro dice:

    Geniales tus razonamientos, gracias por compartir, tu investigación y energía me dan fe de que es posible un mundo mejor. Muchas cosas podrán ser rechazadas por los presupuestos de los clientes pero si insistes otras se podrán lograr. ¡que tengas mucho éxito!

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